El Real Madrid vivió una tarde de montaña rusa en el Santiago Bernabéu tras vencer 3-2 al Celta en un duelo que parecía resuelto, pero que terminó siendo una auténtica pesadilla para los locales. Con un inicio prometedor y una ventaja cómoda de tres goles, el equipo blanco se descompuso en la segunda mitad y rozó el empate ante un rival que nunca se dio por vencido. Fue un triunfo que dejó más preguntas que certezas, a solo una semana del clásico ante el Barcelona.
Güler Marca El Ritmo en Una Primera Parte Dominada
La puesta en escena del Madrid fue intensa. Lejos de la lentitud de otros partidos, el equipo de Ancelotti presionó alto y buscó con decisión el arco rival. El Celta respondió con valentía, sin encerrarse, lo que permitió un inicio de ida y vuelta en el que Courtois tuvo que intervenir pronto para evitar sorpresas. El Madrid encontró entonces una ventana para imponer su juego y abrir espacios.
Fue Arda Güler quien asumió el protagonismo ofensivo. El joven turco, cada vez más confiado, anotó el primer gol con un zurdazo impecable al segundo palo, confirmando su buen momento y su creciente importancia en el equipo. Más allá del gol, su movilidad, regates y visión lo convirtieron en una de las mejores noticias para un Madrid con muchas bajas.
Poco después, y tras una parada decisiva de Courtois, el Madrid armó una contra fulminante que terminó en gol de Mbappé. El francés, que venía algo desconectado, no perdonó cuando tuvo su oportunidad. Con ese 2-0, el partido parecía bajo control y el Bernabéu respiraba con tranquilidad.
La Ilusión Del 3-0 Y El Giro Inesperado
Tras el descanso, el Madrid mantuvo el impulso. Mbappé y Güler volvieron a combinar para fabricar el 3-0, lo que dio la sensación de que el encuentro ya estaba sentenciado. Sin embargo, esa ventaja terminó siendo engañosa. Un error en defensa permitió a Javi Rodríguez descontar tras un despeje débil de Lucas Vázquez. Ese gol encendió la chispa en el Celta y apagó la seguridad del Madrid.
La entrada de Iago Aspas cambió completamente el guión. El veterano delantero aportó claridad, pase final y liderazgo. Fue él quien sirvió el 3-2 a Swedberg y luego dejó solo a Durán con un taconazo exquisito. Solo una intervención milagrosa de Courtois evitó el empate, en una jugada que dejó helado al estadio.
El Madrid quedó partido en dos, con varios jugadores volcados al ataque sin regresar para ayudar en defensa. La desconexión táctica fue evidente. Ancelotti miraba al césped sin demasiadas respuestas, y el equipo dependía exclusivamente de que pasaran los minutos.
Alarmas Encendidas Antes Del Clásico
La victoria terminó llegando, pero dejó heridas abiertas. A nivel defensivo, el equipo mostró una fragilidad preocupante. La falta de equilibrio en los últimos minutos fue evidente, con futbolistas como Lucas Vázquez y los canteranos teniendo que sostener al equipo en momentos críticos. En ataque, aunque Güler brilló, otros como Mbappé aparecieron solo por momentos.
Además, el desgaste físico acumulado y los problemas de plantilla por lesiones hacen que el próximo partido contra el Barcelona en Montjuïc sea una prueba aún más difícil. El Madrid necesita algo más que talento individual. Requiere orden, firmeza y regularidad, cualidades que no mostró en los tramos finales del partido contra el Celta.
Otro punto clave fue que jugadores apercibidos como Tchouaméni, Ceballos y Lucas no vieron amarilla, lo cual es un alivio pensando en el clásico. Sin embargo, el equipo parece caminar por una cuerda floja desde hace semanas. Cada error puede costar caro, y la Liga podría decidirse por detalles.
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Un Final Con Más Nervios Que Celebración
El pitido final fue recibido como un suspiro colectivo. Aunque el Madrid sumó los tres puntos, la forma en que terminó el encuentro dejó un sabor amargo. Lo que pudo ser una goleada tranquila acabó siendo una victoria con el corazón en la mano. El Bernabéu, que pasó de los aplausos al silencio en minutos, reflejó el estado de ánimo de un equipo que vive al límite.
Este resultado mantiene al Madrid con vida en la Liga, pero no disipa las dudas. Quedan cuatro jornadas y, con el clásico a la vista, cualquier paso en falso puede ser definitivo. El duelo ante el Celta demostró que el margen de error es mínimo y que la confianza debe ir acompañada de solidez.
Lo que queda claro es que este Madrid no da nada por cerrado, ni para bien ni para mal. Aunque tiene talento de sobra, necesita aprender a cerrar los partidos con más firmeza. Si no quiere que el título se le escape, tendrá que mostrar una cara más fiable y menos frágil en los partidos que vienen. Porque esta Liga aún está viva, pero solo para quien sepa sobrevivir a los sustos.